La verdad, el argumento y la toga
Es cierto que el Derecho no puede funcionar sin reglas. Pero a veces me parece irónico que, en nombre del debido proceso, que nació para proteger, terminemos desestimando testimonios, ignorando antecedentes evidentes o absolviendo a culpables por defectos formales. La verdad procesal es una necesidad, pero también una limitación. En países como Colombia, donde las víctimas tienen más cicatrices que expedientes, esta brecha entre lo vivido y lo probado duele.
Por eso insisto tanto en las aulas en el poder del razonamiento jurídico. No para convertir el Derecho en un juego de palabras, sino para formar juristas que piensen con rigor y argumenten con honestidad. Aquí es donde reaparece Aristóteles, no con toga sino con lógica: el silogismo —esa vieja estructura de premisa mayor, premisa menor y conclusión— sigue siendo nuestra columna vertebral en las sentencias. Si todos los ciudadanos tienen........
© El Informador
