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El clériman y el destino infernal de la jueza

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28.08.2025

«Pero el Dios justo es quien juzga; al impío humillará, mas al justo enaltecerá».

(Salmo 7:9)

Tras el último suspiro que exhaló en el mundo terrenal, el alma de Elara Vance se precipitó a las profundidades donde las sombras danzan y los lamentos son eternos. A las puertas del abismo, la esperaba una figura de poder oscuro, cuya voz resonó con la promesa cumplida: «Elara, te he estado esperando». No hubo bienvenida triunfal, sino el sombrío reconocimiento de un pacto tácito sellado en vida con la injusticia y la perversión. Su descenso la llevó a un círculo infernal laberíntico, concebido a la medida de su iniquidad, una evocación directa de los círculos dantescos de castigo eterno. Allí, sufre quemaduras atroces, un fuego que lame su ser en ciclos interminables y repetidos, describiendo una espiral de dolor incesante. Sus gritos desgarradores, ecos tardíos de las súplicas que ignoró en vida, ahora se pierden en el coro de los condenados. Clama por la clemencia que negó, implora el perdón que nunca concedió. Su carne se consume, su esencia se pudre en la eternidad de un tormento que refleja la putrefacción moral de sus actos terrenales. En ese abismo, la jueza Elara Vance experimenta, sin fin, el eco de........

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