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Aunque esta sentencia fuera real, todavía le faltaría rudeza

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25.09.2025

«La justicia, sin el dolor que la impulse, es una ley vacía. La verdadera justicia es la que grita desde el pecho herido de la víctima.»

En el sombrío escenario de los tribunales de justicia, la ley se presenta a menudo como un instrumento frío y calculador. Un conjunto de reglas que buscan el orden en un mundo caótico, pero que a veces se quedan lamentablemente cortas ante la magnitud de la crueldad humana. El brutal asesinato de Iryna Zarutska, una joven ucraniana que llegó a Estados Unidos huyendo de la guerra, es uno de esos casos que desbordan la capacidad de la ley para impartir un castigo que esté a la altura del crimen. Su historia no es solo una tragedia, es un grito de dolor, una herida abierta en la conciencia social que ha generado una frustración tan profunda que la gente ha tenido que inventar una sentencia para poder asimilarla.

Iryna, una joven delgada, frágil y vulnerable, llegó a suelo americano con una maleta de esperanzas y la ingenua confianza de que el sistema y las instituciones le ofrecerían la seguridad que le había sido negada en su tierra natal. Se subió a un tren, un símbolo de progreso y conectividad, esperando llegar a su destino. Sin embargo, en ese trayecto, encontró el final de su vida a manos de Decarlos Brown Jr., un ser cobarde que, en su inhumanidad, se ensañó con una víctima indefensa. Este no fue un acto de fuerza, ni una confrontación, sino una emboscada ruin. Fue la definición misma de la cobardía: un depredador atacando a una presa que, por su naturaleza, no representaba ninguna amenaza.

Y lo que hace esta tragedia aún más indignante es que no hay lugar para la duda. La flagrancia de este crimen no es dubitativa; está incluso captada en cámaras. No es uno de esos casos donde la flagrancia es falsa, y por tanto ha sido sembrada, ni donde los jueces se hacen los distraídos y utilizan la falacia de........

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