menu_open Columnists
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close

Crónicas de Facundo: Rayma, corazón de Venezuela

10 0
tuesday

Yo Inmigrante, es una iconografía que nos muestra metafóricamente al ser que somos los venezolanos, los formantes de nuestra tercera y actual diáspora histórica. El libro, por lo mismo, tiene un mérito excepcional que Venezuela ha de agradecerle a su autora, Rayma Suprani. Con ella quedó en deuda, dado el honor que me ha hecho al pedirme trazar unas líneas para su presentación. Gracias también a Adriana Meneses, por facilitar la confluencia.

La migración venezolana frisa ya unas 8.000.000 de almas girando alrededor del mundo. Ha reducido severamente a nuestra población. Y cabe decir que Venezuela, como república y en su génesis fue un país despoblado. Perdimos casi un 30% de la población tras la lucha fratricida por la Independencia. Otra cantidad similar desapareció a raíz de la guerra larga o federal, aquella y esta durante el siglo XIX.

Una parte importante de nuestros originarios, de cultura nómade y sin arraigo, migraron antes hacia el Caribe. Las crónicas que nos comparaban desde la visual de las grandes civilizaciones precolombinas, afirmaban nuestra poquedad poblacional. Los pacíficos arahuacos venidos desde el sur del Orinoco y las costas de Paria, huyendo de las violentas naciones caribes avanzaron hacia las islas del norte, alcanzando a Puerto Rico.  

Los caribes, flecheros y gente de mar como lo eran, igualmente migraban desde nuestras tierras hacia Trinidad con sus piraguas y canoas e infestaban a las islas de Barlovento. Avanzaron y ocuparon la Guayana Esequiba y más tarde desalojaron de allí a ingleses enemigos, invasores, en 1614. Algo increíble, si no fuese por saberse lo que se sa. Se puede migrar a pie por la selva del Darién, hacia Estados Unidos.  

Venezuela, no obstante, durante su vida de república sin nación – sin nación, enfatizo, hasta el último tercio del siglo XX – ha sido una tierra de inmigrantes, no de migrantes. Los que salían al exilio por razones políticas eran pocos en número. De ordinario viajaban a destinos que los mantuviesen cerca de la patria, para sus prontos regresos. 

Hicimos migrar, sí, a muchos criollos, a venezolanos hijos de españoles a raíz de la caída de la Primera República, en 1812, sobre todo a raíz de la Guerra a Muerte. Hasta prescribimos – lo hizo Simón Bolívar – el matrimonio con los nacidos en España. Fue una medida que revierte, sabiamente, el general José Antonio Páez, al reconstituir la república a partir de 1830. Es célebre su decreto mandando poblar a Venezuela con inmigrantes canarios. Aducía que sus costumbres eran las más próximas a las nuestras. 

Se trata de una saga inmigratoria ampliada a Europa y que acelerarán durante el siglo XX los gobiernos de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez; en el primer caso para propender a nuestro desarrollo agrícola, y en el segundo, para nuestra modernización física y territorial. 

Durante la elipsis democrática civil, entre 1959 y 1999 – que dura casi dos generaciones y media, otros dos instantes inmigratorios fortalecen y desafían nuestra textura institucional y social. A su término y al apenas concluir el siglo XX e iniciarse el siglo XXI experimentamos los venezolanos una nueva reversión........

© El Impulso