Los días fueron pasando, los años y también la vida. Cada uno tomó el camino que más le gustó. Fuimos lanzados a la vida, a este mundo de sequía de sentimientos, de ruidos, de aviones, de ciencia, de tiranías, de deseos vulnerados, de destino que no se sabe dónde acaba y de ventanas que mostraban un mundo grato para todos. Nosotros los jóvenes de ayer hallábamos la felicidad en las cosas simples. El tanque de la casa invitaba cada oscurecer a mirar entre sus aguas cristalinas cómo se desbarataba en ellas el oro inconfundible del último lucero.

¡Qué poco hace que éramos niños!

La infancia lleva dentro al hombre en su más pura expresión, en su más puro impulso y en su verdad esencial, siendo la alegría su necesidad más grande de expresión.

Teníamos ojos que solo veían sueños, almorzábamos esperanza, todo eran risas, todos aprendimos cosas buenas, hacíamos armonía con todo, creíamos que la luna........

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