En manos del hampa
El pasado lunes Bogotá volvió a quedar sumida en el caos frente a la asonada que propiciaron vándalos y delincuentes en varios lugares de la ciudad, todo ante la inexplicable pasividad de las autoridades que nada hicieron por prevenir ni controlar la denominada ‘Marcha carnaval de la cumbre nacional popular’.
Es claro que aquí no hubo ninguna manifestación cultural, como quiso presentarla la Secretaría de Gobierno. A las cosas por su nombre: lo que sufrimos fue una jornada de intimidación, ataques, violencia y destrucción.
Decenas de fachadas cubiertas con mensajes de odio, amenazas de muerte, bienes públicos destruidos y la ciudadanía impotente. No nos engañemos, no fueron hechos espontáneos o aislados. El patrón de operación dejó claro que fueron acciones premeditadas de violencia con clara intención política, alta carga ideológica y muy lejos de ser pacífica.
De no ser así, ¿qué hacía el pastor Saade en la violenta protesta? ¿Vamos a ver carnavales como este de aquí a las elecciones y en todas las ciudades? ¿Esta estrategia de intimidación y terrorismo hace parte de la campaña........





















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