Quizá un poema pueda cambiar el mundo
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Hacía tiempos no iba a la Fiesta del Libro de Medellín. Dejé de ir cuando en mi ciudad gobernaba un alcalde, Quintero, que se hacía el pobre para volverse rico. Y como con los editores, escritores y libreros no veía la manera de hacer negocios que lo enriquecieran, resolvió que la fiesta de los libros no valía la pena (ni el Jardín Botánico, ni las piscinas, ni las pistas de atletismo) y abandonó a su suerte todo aquello que no cabía dentro de sus negocios. Se dedicó a comprar y revender propiedades de un tal Luis Pérez, por las que ahora la Fiscalía lo ha llamado a juicio. Pero no voy a ensuciar este artículo hablando de corruptos. De lo que quiero hablar es de unos poemas que nos recuerdan que las sociedades y la gente pueden ser mucho mejores que los políticos que mienten y calumnian en las redes y roban en sus puestos.
Volví, pues, a la Fiesta del Libro, y vi en el programa que había una cosa de esas anacrónicas y pasadas de moda: un........
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