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Los primeros seis meses y la geopolítica del tiempo

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El tiempo es un marco que permite contener movimientos y acontecimientos. La velocidad de los hechos es más rápida que la del propio tiempo, y eso, en términos geopolíticos, muestra importantes tracciones que deben observarse con atención. Ha terminado el primer semestre de 2025, unos meses que han contenido acoplamientos y desacomodos tectónicos; ha sido el tiempo del arrastre de problemas heredados de años anteriores y del momento de cristalización de hechos propios del siglo XIX y principios del XX.

Entre enero y junio de 2025 han ocurrido más eventos de impacto geopolítico que los registrados en el primer semestre de 1925. Mientras aquel año fue el séptimo de la posguerra y parte del paréntesis previo a la Segunda Guerra Mundial, 2025 no se sabe bien qué es, pero sin duda trae consigo los conjuros de siglos anteriores. Aquí, la cantidad es relativa. No porque en asuntos internacionales el número de hechos no importe, sino porque los hechos tienen implicaciones. En esta oportunidad, regresa un presidente estadounidense con nostalgias anexionistas, mientras otras potencias redefinen las tesis de las zonas de influencia. El primer semestre de este año deja la impresión de que el orden liberal ha caído al despeñadero, de que hemos entrado en una evidente recesión geopolítica y democrática, y de que, mientras en 1925 la cuestión nuclear aún no se había asomado a las formas de hacer la guerra, en 2025 el tabú sobre ese tipo de armas reaparece como la nueva-vieja forma de disuasión.

El tiempo que ha transcurrido en 2025 resulta desgastante. Las hipótesis de guerra dejan de serlo para transformarse más en hechos consumados que en afirmaciones comprobables. Seis meses que demuestran, una vez más, que la paz es apenas un paréntesis en la historia. Para empezar, en enero........

© El Espectador