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El turismo gastronómico ha muerto, pero está surgiendo algo más interesante


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05.01.2025

Audio generado con IA de Google

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El año pasado esperé con ansias mi reserva en el Rekondo de San Sebastián, España, otra parada previsible, aunque excelente, en el trillado circuito turístico gastronómico. Ya en mi mesa, me perdí en una carta de vinos gruesa como una guía telefónica, cada página cargada de Riojas olvidados, hasta que llegaron las prístinas kokotxas de merluza.

Estaba de vacaciones familiares durante dos semanas por la península Ibérica. Pero lo que no esperaba era que mi comida más memorable del viaje sería en Chila, un restaurante hunanés de Madrid, donde podía pedir los platos especiales del chef a través de WeChat. Mientras saboreaba el lomo de cerdo ibérico de primera calidad con pimientos de Padrón picantes y judías negras fermentadas, observando a las familias chinas charlar en las mesas cercanas, me di cuenta de que algo fundamental había cambiado en la forma en que experimentamos la comida a través de los viajes.

Ahora podemos observar cómo se desarrollan las culturas gastronómicas en tiempo real, moldeadas por la migración y la conectividad a Internet. El viejo modelo de perseguir el caché cultural viajando a destinos específicos en busca de la “auténtica” cocina local se está desvaneciendo rápidamente, desgastado por los documentales gastronómicos disponibles en la transmisión en directo, las recomendaciones de Instagram basadas en algoritmos que sacan a la luz cualquier joya oculta y la democratización de los viajes mediante vuelos económicos y Airbnbs. Con alimentos globales más........

© El Espectador


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