SILENCIAR PARA GOBERNAR LA MENTE
Uriel Escobar Barrios, M.D.
En una cultura como la occidental, saturada de estímulos, el silencio se ha convertido en un bien escaso, casi subversivo. Sin embargo, distintas tradiciones espirituales han sostenido durante siglos que en este reside una vía de acceso al autoconocimiento, la serenidad y el despertar interior. Hoy, la neurociencia y la psiquiatría comienzan a confirmar lo que los sabios antiguos intuían: callar la mente no solo es posible, sino profundamente transformador. En el budismo, el silencio es la ausencia de palabras, pero también, una práctica deliberada que facilita la observación de la mente. La meditación vipassana, por ejemplo, se realiza en completo “noble silencio”, para cultivar la atención plena y desactivar los patrones automáticos del pensamiento. En el Zen japonés, es una vía directa hacia la experiencia no conceptual de la realidad: se considera que la verdad más profunda no puede ser dicha, solo vivida. El cristianismo místico, representado por figuras como San Juan de la Cruz o en la tradición de los padres del desierto (anacoretas o ermitas), valoró el silencio como un camino hacia la unión con lo divino; allí, es una forma de oración sin palabras, una escucha contemplativa, en la que el alma se abre al misterio de Dios.
Por su parte, en el sufismo, la rama mística del islam, el silencio acompaña al zikr (recuerdo de Dios) como una forma de vaciamiento del ego. La quietud interior permite que el corazón se vuelva receptivo a la presencia divina, más allá de la lógica y el discurso.
Investigaciones recientes han comenzado a describir........
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