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EL DERECHO A ESTAR TRISTES

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24.08.2025

Vivimos en una época en la que la sociedad de consumo nos bombardea con mensajes que insisten en que la felicidad debe ser permanente: hay que sonreír en las fotos, mostrar entusiasmo en el trabajo, publicar alegría en las redes sociales. Se nos vende la idea de que estar bien todo el tiempo es una obligación y que cualquier sombra de tristeza es señal de debilidad o fracaso. Pero desde las ciencias del comportamiento sabemos que esta visión es irreal y, en muchos casos, dañina. La condición humana es fluctuante. Nadie permanece en un mismo estado emocional todo el tiempo. Nuestro cerebro y nuestra vida psíquica funcionan como las estaciones: hay momentos luminosos y cálidos, pero también épocas nubladas y de invierno. La tristeza, lejos de ser un error, es una emoción natural que nos permite procesar pérdidas, adaptarnos a cambios, reflexionar sobre lo vivido y valorar con mayor profundidad lo que tenemos. Cuando negamos la tristeza, cuando la reprimimos o intentamos cubrirla con frases superficiales como “sé positivo”, lo que hacemos es alejarnos de nuestra propia humanidad. La tristeza no es enfermedad en sí misma; se convierte en problema solo cuando la sociedad nos obliga a ocultarla, cuando nos da vergüenza compartirla o cuando se prolonga sin recibir apoyo.

La psiquiatría reconoce que las emociones cumplen funciones adaptativas. La tristeza, por ejemplo, nos invita a detenernos, a recogernos y a buscar compañía. Es como una señal que nos recuerda que no tenemos que cargar solos con todo. Al contrario de lo que muchos piensan, mostrar fragilidad no nos hace menos valiosos: nos conecta con........

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