Una causa fugaz
Sebastián Arango Nader
Se acuerda un cese al fuego: los combates se reducen, los secuestrados vivos regresan -algunos de los asesinados también-, los presos se liberan, las tropas se repliegan a las líneas acordadas y la ayuda humanitaria fluye. Supondría uno que la situación humanitaria debería mejorar o, al menos, que deberían darse las condiciones para que ello ocurriera. Pero el panorama es desalentador. Los clanes y las milicias locales que se alzaron en contra de Hamás -algunas de ellas posibles colaboradoras de Israel- son ahora perseguidos y ejecutados en plaza pública.
Los aterradores videos de las ejecuciones circulan mientras se intenta avanzar hacia la siguiente fase del plan. Supuestamente, esta consistiría en el desarme de Hamás y su apartamiento de la administración de Gaza, que debería quedar a cargo de tecnócratas locales “apolíticos”.
Tras un mínimo de optimismo inicial, es muy probable que Hamas no cumpla con lo negociado. Entre sus filas -y entre sus adeptos- celebraron el acuerdo como una victoria. Sin importar el número de civiles muertos, la destrucción generalizada de viviendas e infraestructuras civiles, los desplazamientos masivos, la escasez de alimentos y medicamentos, el dolor y el resentimiento de la población: fue una celebración, una victoria. Uno de sus líderes afirmó incluso que repetirían todo lo hecho.
Ese mismo clima de exaltación se refleja en los testimonios de algunos gazatíes, publicados por el periódico israelí Haaretz, que aprueban las........





















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