El Villano que Inventamos
Padre Pacho
Desde hace siglos, los cuentos infantiles han elegido al lobo como el enemigo perfecto. No porque el lobo haya hecho algo para merecer ese papel, sino porque nosotros, como humanidad, necesitábamos a alguien que lo interpretara. Y en esa elección se revela algo incómodo: los seres humanos tendemos a convertir lo que no entendemos en amenaza, y lo que nos incomoda en villano.
Los lobos fueron temidos durante generaciones porque vivían en la frontera entre la vida humana y lo salvaje. No obedecían nuestras normas, no vivían bajo nuestro control, y esa libertad inquietaba; los convertimos en símbolos de lo indomable, lo peligroso, lo oscuro. No era un juicio justo; era una proyección.
Los cuentos no solo contaban historias. Educaban, advertían, disciplinaban. Y para lograrlo, necesitaban un “otro” claramente malo. Así el niño entendía sin dudas a quién temer, de quién alejarse. El lobo terminó cargando con esa caricatura: una criatura demonizada para enseñar obediencia.
El lobo caza con honor, ama con fidelidad y camina con propósito. No se domestica porque su instinto es símbolo de pureza: no destruye por placer, no traiciona por conveniencia, no olvida a........





















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