Cada generación tiene sus propios códigos de comunicación. Lo que para muchos fue natural, tomar el teléfono y llamar, hoy resulta incómodo y hasta invasivo para los jóvenes. En su lugar, prefieren enviar un mensaje, un audio o un meme antes que marcar un número. No es casualidad: este cambio esconde razones conductuales y psicológicas profundas.

Hablar por teléfono implica exposición instantánea. No hay tiempo para editar, pensar o suavizar las palabras. Los silencios incómodos pesan, y el tono de voz se interpreta en tiempo real. Para una generación que ha crecido filtrando su imagen en redes sociales, esa falta de control se percibe como un riesgo. El chat, en cambio, les da poder: permite decidir cuándo contestar, estructurar el mensaje y dosificar la emoción. Es comunicación asíncrona que requiere menos esfuerzo mental y responde a la aversión a la confrontación directa: escribir “no puedo” es mucho más sencillo que decirlo con la voz quebrada.

También hay un factor de diseño. Las redes no están hechas al azar: WhatsApp, Instagram o TikTok buscan que pasemos el mayor........

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