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Escampavía

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14.10.2025

EL SILENCIO DE LOS PAÑUELOS DE ARAFAT.

Dice un viejo proverbio chino: ayer le di una gran alegría a mi perro, le azoté y después dejé de golpearlo. La prioridad absoluta, la máxima ayuda que se le podía ofrecer al pueblo que había puesto más de 60.00 víctimas mortales, en la guerra que había cobrado la terrible intensidad después de la masacre de hace dos años perpetrada por los soldados de Hamás, era la de parar los bombardeos, suspender los misiles que se disparaban a diario de lado y lado, que se iniciara la reconstrucción, permitir a los refugiados regresar a sus lares, eso es lo humanitario, la gran alegría para las víctimas, mucho más que enrolarse con Petro para pelear, para matar y, definitivamente, algo que supera con creces a los alimentos o medicinas, los que los manifestantes ni aportaron dinero para comprarlos, ni medios para trasportarlos y menos de mecanismos para distribuirlos.
La larga fila de refugiados regresando a su tierra, los secuestrados liberados, los mártires que dejaban de serlo, los hospitales y escuelas y casas donde servían de escudos humanos, las sirenas de la muerte silenciadas se lograron, primero por la acción del pueblo palestino que se rebeló contra los guerreristas que se negaban a suspender las hostilidades, por la acción de quienes estaban del lado de la vida y no de la violencia, porque al fin Hamás entendió que los suyos habían llegado al límite del sufrimiento y que estaba en sus manos la solución radical.
Se está firmando en Egipto, país que también había cerrado sus fronteras a los violentos, no la paz, la que quienes quieren borrar de la faz de la tierra a los combatientes que disparan, de uno y otro lado, son su razón de existir; lo que se ha acordado, el cese de hostilidades, el regreso de los secuestrados, el intercambio de combatientes, el fin de las muertes y........

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