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Hiroshima y Nagasaki. Las voces silenciosas del olvido

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22.08.2025

El fervoroso, romántico, hipócrita y mentiroso sentimiento pacifista que sobrecoge al mundo al conmemorarse los 80 años del bombardeo genocida sobre Hiroshima y Nagasaki, en aquellos fatídicos días del mes de agosto de 1945, nos obliga a contar otras historias que son más bien preguntas que siguen sin obtener respuesta alguna y que, imbuidas por principios y valores judeo–cristianos, flotan en el aire contaminado por los falaces acuerdos antinucleares. Lo primero en señalar es el pacto cómplice de silencio y olvido entre Washington y Tokio tras el final de la II Guerra Mundial. Japón escondería su vergonzoso pasado y, a su vez, cubriría con un doloso manto amnésico, el holocausto nuclear perpetrado por EE. UU. Tras la I Gran Contienda, Japón se convertiría en el páis más poderoso e industrializado de Asia… Fue así como inició su cruenta expansión militar.

En nombre de su emperador Hirohito y la diosa Amaterasu, 19 millones de chinos fueron masacrados a manos de las tropas japonesas entre 1937 y 1945 durante la II Guerra Chino–japonesa, contienda cruelmente célebre por el uso de bombas biológicas y químicas (gases de cianuro, cloro y mostaza) y los millares de crueles experimentos con seres humanos (“La Unidad 731”). Los soberbios militares japoneses se condicionaron a ver destruidas sus ciudades (las tropas aliadas habían destruido ya 66) y consideraron el estallido de la bomba atómica sobre Hiroshima como un ataque más. 5 meses atrás, Tokio había recibido un ataque aéreo que superó a los perpetrados contra Dresde, Hamburgo y Nagasaki. El 30% de la ciudad (40 km2), fue destruido dejando más de 120.000 muertos. El pacto Stalin–Roosevelt (Conferencia de Yalta, febrero de 1945), selló la derrota nipona.

La Unión Soviética entró a formar parte de la ofensiva contra Japón 3 meses después de la rendición........

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