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El arte de enseñar. Epistolario pedagógico (i)

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12.09.2025

Gonzalo Hugo Vallejo Arcila

Estos son apartes de una antigua y sentida carta enviada a un docente: “Maestro, usted no es mi padre, pero su palabra encendida y su ejemplo callado me hicieron entrever otros caminos menos transitados, más íntimos. Maestro, usted no es mi hermano, pero supo marchar conmigo y su mano firme y la mía vacilante, escribieron juntas las primeras letras del abecedario de las fidelidades. Maestro, su nombre no figura en las enciclopedias colmadas de personajes ilustres, pero usted es muy importante en mi vida. Por culpa suya entronicé el valor y el esfuerzo entre mis dioses tutelares. Maestro, usted no es un filósofo, pero gracias a sus sabios designios comencé a vislumbrar los destellos de la armonía cósmica y ver a los otros seres del universo como hermanos y compañeros de camino. Maestro, usted no es un científico, pero su parábola vital resolvió una ecuación esencial.

Ésta ha sido fundamental de mi vida: escoger entre dos cosas la más difícil que es la mejor. Maestro, usted no es un santo, pero me ayudó a domesticar mi egoísmo y le creí cuando me dijo: “¡Huye de los círculos estrechos! ¡Trasciende! Maestro, usted no es todo aquello que la gente le endosa, pero usted es mi maestro. A usted le debo otras vidas. ¡Gracias! ¡Muchas gracias!”. Khalil Gibrán, el profeta del Líbano, afirmaba que el maestro “cuando en verdad es sabio, no os invita a entrar en la casa de la sabiduría… Más bien, os conduce al umbral de vuestro propio espíritu”. En el epílogo de su obra “Cartas a quien pretende enseñar”, encontramos una frase lapidaria del insigne pedagogo brasilero Paulo Freire: “Si el niño imagina una escuela feliz y libre es porque en la suya se le niega la libertad y la alegría”. Albert Camus envía una cálida carta a su maestro, el señor........

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