El arte de vivir está en hacer placentero el camino
En la vida no basta con tener metas, objetivos y sueños y después alcanzarlos. Claro que es imposible negar el placer que se siente cuando se obtiene una victoria y la intensa sensación que se experimenta si para lograrla fue necesario invertir un enorme capital, arriesgar un potosí o luchar con denuedo y sin descanso. Pero el arte de vivir está en hacer del camino algo placentero.
Alcanzar una meta o lograr un objetivo es siempre una experiencia intensa y satisfactoria. La sensación de triunfo es indescriptible, especialmente si hemos invertido tiempo, esfuerzo y dedicación. Sin embargo, si solo nos enfocamos en el resultado final, podemos perdernos la belleza del proceso.
Así es. Los placeres de la vida suelen ser breves y fugaces. La espera para disfrutar de un plato delicioso es siempre larga, pero el placer de consumirlo es corto. Se lucha por varios años para lograr un título y la euforia de la conquista es efímera. Nos esforzamos por seducir y enamorar a alguien y alcanzada la meta nos llega la rutina. El amor puede ser intenso mientras dura, pero eventualmente se desvanece, dejando solo recuerdos y sentimientos agridulces. Contrasta la fugacidad del amor con la larga duración del olvido. Y qué decir del sexo. Demoramos un tiempo largo en busca del orgasmo, empleamos todas las energías y destrezas y terminamos en un éxtasis en extremo fugaz.
La existencia está hecha de ilusiones, proyectos y ambiciones y la gastamos en pos de ellas sin disfrutar el proceso, el camino, los artilugios. El secreto del buen vivir está en encontrar la belleza de los momentos cotidianos, en apreciar la simplicidad de la vida, en disfrutar el presente pero por sobre todo........





















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