El principio del oso
Cuando no se opta por la elocuencia del silencio (ojalá se escogiera más), aspiramos a que nos escuchen cuando hablamos, a que se preste atención ... a nuestras palabras. Pero a muchas personas no les basta con la fuerza de la mera expresión oral y como práctica la remarcan con diversos apoyos físicos que resultan más o menos cargantes. Buscan con esos énfasis, que podríamos llamar de maniobra, fijar mejor la atención del oyente y con frecuencia consiguen lo contrario. Es probable que no tengan confianza en que lo que dicen suscite el suficiente interés por sí mismo o sepan que todos somos sordos selectivos y arman su discurso de varias maneras. Un conocido tiene la pésima costumbre de darte golpecitos a pares en el pecho con el dorso de la mano cuando te explica algo. Una vez le hice yo lo mismo y me miró molesto.........© El Diario Vasco
