«¿Por qué vas a estudiar para abogado, para vivir preocupado y meterte en problemas? Hay otras carreras más tranquilas y bonitas, donde seguramente te encontrarás con mejores personas y menos maldad.» Eso le decía una madre preocupada a su hijo, quien estaba empeñado en cursar la carrera de leyes y convertirse en un profesional de la abogacía.

Se puede aceptar que la señora tenía razón en parte, porque como escribía un jurista norteamericano: «Cabe decir que si yo fuera un litigante, temería un pleito por sobre casi todas las demás cosas, salvo la enfermedad y la muerte».

Luis Muñoz Sabaté, en su famoso libro Enfermedad y justicia, se pasea por todos los efectos psicológicos con los que chocan tanto los justiciables como sus abogados. Inevitablemente, todo juicio produce tres cosas: en primer lugar, la incertidumbre de no saber qué va a pasar en los indescifrables caminos de los procesos judiciales; como........

© El Diario de Guayana