Enero y punto y seguido
Ni en los cálidos sueños juveniles ni en la madurez imparable que contamos, llegué a pensar que este país nuestro cayera en la indecencia de los intereses mínimos, en la zanja donde no cabe el recato ni la educación, en la indecencia de las adversiones porque sí y, en suma, en los peores actos y gestos del totalitarismo que manchó la mayor parte del siglo XX...
Por un curioso azar –una compra en una librería de viejo–, recuperé la incendiaria dedicatoria de Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín Santos, que dediqué a un amigo en los primeros cursos de periodismo. En el retrato opresivo de la sociedad de la dictadura, la uniformidad política y territorial se vendió como una señal de identidad, como una clave patriótica cuando era exactamente lo contrario. Signo de identidad patriótica, cuando era, fue tristemente lo contrario. Motivado por el hallazgo, rebusqué en las estanterías y localicé Azul tenía que ser, un relato breve publicado por Nuestro Arte –con el primor habitual de Antonio Vizcaya y el gran Pedro González– y que por causas curiosas tuvieron una segunda oportunidad de venta.
Hoy como ayer, la novela de Martín Santos me resulta una joya........
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