Europa avanza
«Juego raso y patada en la ceja», nos decíamos cuando éramos chicos y jugábamos al fútbol de barrio. Entonces, cuando nuestro juego era irrelevante, y nos jugábamos solo escapar del aburrimiento, la guerra era a muerte de palabra y obra. Era fácil acabar con las piernas chorreando sangre en aquellos partidos sobre las duras piedras. La palabra decisiva para denostar a cualquier participante no deseable era esta: «Ese no, que es muy marrano». Era el que destacaba, el valentón, el fanfarrón del grupo. Solamente cuando crecimos y el juego se normalizaba, reconocíamos reglas y respetábamos árbitros. Todo era más limpio cuando ya se jugaba algo importante, el honor.
Esta es la escena que me recuerda la política española. Juego raso y patada en la ceja, es la consigna de estos actores broncos, que gustan de hacer sangre. Me pregunto si estos fanfarrones y bocazas se comportan como aquellos marranos que detestábamos porque no se juegan nada. Y quizá por eso siguen con su primitivismo, porque tienen que motivarse dada la irrelevancia de su juego. Esa irrelevancia acaba por producir rabia, una ira que no puede reprimirse. Todo ello configura el síndrome de la impotencia. La marranería política, como la de aquellos chiquillos, es la respuesta a su insignificancia.
La conciencia de la relevancia de lo que se........
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