Escribir en el dialecto canario (A propósito de la publicación de 'La posguerra civil', de Antonio Lorenzo Ramos)
A veces la riqueza puede provocar efectos indeseados cuando no se la administra adecuadamente, y, mientras que la más suntuosa estancia, decorada y amueblada con valiosos componentes, puede resultar contraria al buen gusto por su abigarramiento, la humilde y sencilla vivienda, con los elementos imprescindibles para cumplir con las funciones de quien la habita, se adecua más a los cánones estéticos predominantes en determinadas épocas y en sociedades de elevado nivel cultural. Huelgan los ejemplos. Con la lengua puede ocurrir lo mismo, pues el resultado desequilibrado y falto de armonía de muchos mensajes se produce cuando, aun siendo conscientes de su riqueza léxica y de sus muchas posibilidades sintácticas, en mezcla desigual combinamos sus componentes sin considerar que la existencia de tantos elementos se debe a las variadas circunstancias en las que se actualizan las unidades del complejo sistema lingüístico. La selección y la combinación de las palabras habrá de hacerse de acuerdo a las peculiaridades del canal elegido para la transmisión del mensaje (oral o escrito), con el espacio geolectal en que nos encontremos (elegir uno u otro dialectos), según el nivel sociocultural de los hablantes (adoptar el sociolecto adecuado) y con el registro, formal o informal de la situación comunicativa. Can y chucho, bocadillo y bocata, gazuza y jilorio no pueden ser intercambiados en cualquier situación de habla, por más que se nos diga que son parejas de sinónimos.
Es anómalo, por ejemplo, que en una situación comunicativa informal utilicemos palabras y construcciones propias del lenguaje poético; así, frases como «Se daba un baño con el líquido elemento» o «Fue mordido por unos canes», se rechazarían por cursis o afectadas, como resultaría contrario al buen gusto que en una situación de cierta formalidad, como en una clase, nos dirigiéramos a los alumnos en el siguiente tono: «Arrejálense pacá los de la primera fila y no se escarranchen mucho para que quepan todos; y les advierto que pueden mandarse a mudar quienes no tengan interés en esta lección», como acaso diría un profesor canario que, buscando complicidad, entendiera que así se aproximaba más a sus alumnos.
Por el contrario, una sensibilidad modelada por una buena educación en materia de lenguaje, complementada con un bagaje de buenas lecturas, que incluyera autores canarios, aceptaría, sin la más mínima coartación el uso de arrullar (mecer a los niños en la cuna’ y ‘columpiar), empatar (enlazar entre sí, cabos o cuerdas) y amorosar (ablandar o reblandecer), por ejemplo, como voces sin restricciones sociolectales o pragmáticas, pues tan generalizadas están y tan respaldadas por los buenos hablantes y escritores que nadie pondría en duda la........
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