menu_open Columnists
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close

El Papa muerto

7 1
28.04.2025

Jorge Bergoglio fue un hombre que valoraba la puntualidad. A veces se le escuchaba afirmar que "la impuntualidad es un robo: le quitas a otro lo que no puedes devolverle”. En uno de sus tantos viajes, cuando se encontraba en Filipinas, había aceptado una reunión con un embajador, el lugar de encuentro estuvo señalado en la Nunciatura Apostólica de Manila. Como era tradicional en él y en su costumbre, llegó cinco minutos antes. El embajador tuvo un retraso de varios minutos, hecho que además no fue avisado al Santo Padre. A su llegada, el Papa, esbozó su sonrisa amable, habitual en él, y le observó con la mirada sostenida en el rostro del diplomático tardón: “Usted sabe que el tiempo es un tesoro. Quien no valora el tiempo de los demás, no valora a las personas”. El embajador acalorado por el momento vergonzante se disculpó y la reunión prosiguió. Ese era Francisco, un hombre firme, de ejemplos y respetos. El Papa muerto.

Ya desde el tiempo en el que fue apagándose la guía de Juan Pablo II y durante el período de Benedicto XVI, la Iglesia ingresó en un prolongado y espeso momento de corrupción, denuncias encubiertas, muros -como decía Francisco- que no eran los de una casa sólida, sino los que dividen y separan, los que distancian y desconectan, esos que impiden notar las desigualdades inadmisibles.

El Papa muerto, quiso desde el inicio apartarse de la fastuosidad que encerraba a la Iglesia y al Vaticano. Alzaba las voz diciendo que “la Iglesia se mueve hacia direcciones que yo ya no puedo aceptar, o simplemente ya no se mueve cuando la realidad exige que se mueva. Yo ya no quiero seguir siendo un vendedor de un producto, ya no........

© El Deber