Los tiempos y la crisis económica
En Bolivia, la economía ha demostrado tener una paciencia digna de un lama tibetano para incubar su crisis, y una prisa de un cóndor en picada para desatarla. Durante años vimos cómo se cocinaba el desastre con todos los ingredientes clásicos: populismo fiscal, adicción al gas y una fe ciega en que los precios internacionales siempre nos amarían. Pero como toda receta mal sazonada, lo que salió del horno fue más un pastel de ruina que un souffle de prosperidad económica que se había prometido.
Y es que, como bien saben los economistas aburridos y los cocineros del desastre: las crisis tardan en desarrollarse, pero una vez que comienzan, se aceleran como trufi sin frenos bajando una calle empinada. A esto sumémosle una segunda perla de sabiduría económica, que nuestros gobernantes han tratado con desdén: cuanto más se tarda en hacer ajustes, más duele después. Y vaya que estamos sintiendo el remezón ahora.
Todo comenzó en los años dorados (2006 – 2014), donde el gas natural brotaba y los billetes también. Como adolescentes con tarjeta de crédito ajena, derrochamos en todo: bonos, burocracia, canchas, teleféricos, satélites, proyectos mamuts y hasta un museo/culto a la personalidad que nunca supieron de ciclos fiscales.
Pero en 2014, el romance con los precios internacionales se rompió. Bolivia, que había vivido de exportar gas natural y presumir reservas internacionales del Banco Central de Bolivia, comenzó a sentir el bajón. Las exportaciones se........
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