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La economía y el carnaval

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02.03.2025

Si este domingo de Carnaval esperabas leer un artículo sesudo sobre la crisis económica o la situación política, te entiendo: hay gente que simplemente no sabe disfrutar. Yo mismo, si me encontrara con semejante texto en pleno jolgorio, me lo tomaría como una ofensa personal y dejaría de saludar al autor por lo menos hasta la próxima devaluación.

La coyuntura, esa criatura pegajosa que se nos adhiere como espuma de Carnaval mal rociada, merece un descanso. Es momento de abandonar, aunque sea por unos días, el festival de mentiras del gobierno y la gran obra de teatro experimental que es la oposición.

Óscar Wilde decía que “la máscara dice más que el rostro”. Y si hay algo que el Carnaval nos recuerda es que la hipocresía es un arte que se practica todo el año, pero en estos días al menos se ejerce con algo de brillo y lentejuelas. La política nacional, en cambio, es un Carnaval sin final, donde las máscaras nunca se quitan y los disfraces no se renuevan.

El Carnaval es la única época en la que el desorden no solo es permitido, sino celebrado. Es ese momento en el que todos podemos jugar a ser algo que no somos: el mendigo se viste de rico, el rico se disfraza de mendigo, el influencer se pone de intelectual y el economista se cree rockstar. Podemos transformarnos en políticos sin escrúpulos (ah, no, eso ya es el resto del año), en Darth Vader, en la Pequeña Lulú o en el mismísimo Mileito de los Andes. No hay límites. Es la fiesta de la imaginación, del desenfreno, y de la resaca anunciada.

El antropólogo Roberto Da Matta distingue entre dos tipos de........

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