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Emprendedor boliviano: El toldo y el cowork

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23.06.2025

En el altar de la retórica pública, el emprendedor boliviano ha sido santificado como el nuevo mesías del desarrollo nacional. Si uno asiste a un foro electoral o propaganda, se encontrará con la misma estampita de primera comunión: un joven techie, sudadera con capucha al viento, laptop Mac sobre las piernas, diseñando la próxima app que revolucionará la vida rural con blockchain, inteligencia artificial y delivery por dron solar. Todo desde un cowork hipster, con cafecito orgánico de Caranavi incluido. Por supuesto, me encanta la imagen. Pero la maldita realidad es otra.

En efecto, si dejamos de flotar por un momento en el universo paralelo del “pitch deck” y bajamos a tierra, o mejor dicho, a la Ceja de El Alto, al Plan 3000, a los mercados de Cochabamba, veremos que el emprendedor boliviano tipo no tiene mucho de Zuckerberg tropical. No habla de “startups”, ni tiene LinkedIn premium. No está disruptando nada. Está sobreviviendo. ¡Hay bro , eres un aguafiestas!, diran algunos.

El verdadero emprendedor boliviano se llama don Mario y vende jugo de naranja en una esquina desde hace 15 años. Sabe más de pricing, logística y fidelización de clientes que varios egresados de maestrías de negocios. También está doña Lidia, que con su marketing olfativo, pollos al espiedo que perfuman cinco cuadras, se asegura una clientela fiel. Y por supuesto, está el pastillero de Alto Lima Bajo, ese visionario con su Maestría Boliviana en Adaptación (MBA), que sabe aplicar precios dinámicos según la cara del cliente, el clima o la cotización del dólar informal.

Desde la academia, este........

© El Deber