Salvar a Bolivia del abismo
Carlos Jahnsen Gutiérrez
Después de casi dos décadas de promesas incumplidas, corrupción sistémica y un manejo económico que estrelló al país contra la pared, Bolivia enfrenta una disyuntiva histórica: seguir hundida en la mentira, el saqueo, la dependencia y la miseria del masismo, o levantarse para recuperar su dignidad y su futuro.
La crisis económica actual de Bolivia no es una tormenta pasajera ni un fenómeno global fuera de control: es el desenlace inevitable de un modelo agotado, ideologizado y corrupto que, durante casi dos décadas, se sostuvo en ingresos extraordinarios del gas y en una narrativa populista que confundió consumo y despilfarro con desarrollo. El MAS heredó una oportunidad histórica para diversificar la economía e integrarla al mundo; la dilapidó en subsidios, gasto corriente y propaganda.
Del auge a la ruina masista
Desde 2005, Bolivia adoptó un modelo de hiperactivismo estatal: tipo de cambio fijo como ancla, subsidios generalizados y gasto público sin disciplina. Mientras los precios internacionales del gas fueron altos, el modelo sobrevivió; al caer, exhibió su fragilidad. Las reservas internacionales pasaron de más de USD 15.000 millones a menos de USD 2.000 millones.
El gobierno quemó divisas para sostener un dólar ficticio (Bs 6,96), mientras en el mercado paralelo se pagaba más del doble. Esa brecha no es un tecnicismo: es prueba de que el Estado perdió credibilidad, rumbo y transparencia. El ancla cambiaria, que países como Vietnam usaron para atraer inversión y expandir exportaciones, aquí se degradó a escudo propagandístico para evadir reformas ineludibles.
El fraude del crecimiento vía consumo
El modelo sofocó al sector productivo, desalentó exportaciones, expulsó inversión y saturó el mercado interno con importaciones baratas financiadas con dólares ya........
© El Deber
