Nadie quiere ser libre
Enrique Gonzales | consultor
¿Ingenuidad política por fundamentalismo democrático o una alerta contra el abuso institucional? La reelección indefinida de gobernantes vuelve a la escena latinoamericana y la discusión se reduce a lo mismo de siempre. Parece que todo es cuestión de gustos y ante eso, aparecen las justificaciones. Si quien desea modificar las reglas de juego para su reelección me gusta, voy a justificar sus acciones. Cualquier objeción es neutralizada y ridiculizada.
Lo ocurrido en El Salvador revivió el mito de las «dictaduras buenas» con el que se construye una falsa dicotomía. Ante la degradación de las democracias occidentales, parece que el único remedio es elegir entre una dictadura buena y favorable a la libertad —¡Si! Si suena absurdo es porque lo es— o una donde se vulneren los derechos y exista opresión explícita. El argumento de quienes justifican a Bukele parte de los resultados de su gestión en seguridad nacional, como si la eficacia de un régimen pudiera justificar la erosión del límite institucional.
¿Realmente todo esto es en defensa de la libertad o hay algo más? La libertad es una palabra funcional y relacional. La idea de «ser libre» sólo tiene sentido en relación con lo que uno no es: esclavo, súbdito, prisionero y dependiente de la voluntad ajena. No hay libertad sin arbitrariedad que pueda destruirla. Por eso su existencia implica defensa de las estructuras sociales que la amplifican y responsabilidad para hacer frente a la propia vida y a los conflictos con otros.
La crítica hacia Bukele en su........
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