Cada cierto tiempo, como si se tratara de un acto ritual, autoridades del Gobierno anuncian planes de lucha contra el contrabando, promesas de reforzar los controles fronterizos, creación de comandos especiales, decomisos espectaculares y hasta la destrucción de productos ilegales en plazas públicas. Pero más allá del ruido mediático y la pirotecnia oficialista, la realidad persiste —y duele—: el contrabando en Bolivia goza de buena salud, se multiplica sin freno y ha desarrollado una musculatura tan poderosa que todos los intentos estatales resultan insuficientes, estériles y, por momentos, hasta ingenuos.

No se trata de una guerra nueva. El contrabando lleva décadas mimetizado en la economía nacional, incrustado en el tejido comercial, aceptado socialmente e, incluso, en ocasiones, alentado por los propios consumidores, que ven en él una salida ante los altos precios, la escasez o la........

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