Cine para entablar contacto
Luis Betrán cita a Ingmar Bergman: “Lo más importante en la vida es ser capaz de entablar contacto con otro ser humano”.
Mientras escribo sobre Bergman, se me ha aparecido Betrán, un cinéfilo que conocí poco pero que me impresionó mucho. Parecía haber visto todo el cine, y además le gustaba escribir y leer sobre cine, charlar sobre cine. Incluso muy enfermo estaba rodeado de películas, escribiendo sobre cineastas sin parar. Su casa era una monstruosa construcción de cines y músicas clásicas. Debía tener cine incluso en el frigorífico. En sus últimos tiempos, desanimado, intentando reunir sus escritos buscaba el contacto con otros cinéfilos. ¿Tendría tiempo de ordenar sus papeles?
Betrán y yo hemos buscado respuestas en el cine. Buscamos algo en la proyección, también en la linterna mágica del niño Ingmar Bergman: “Si uno nace y se cría en una vicaría, llega a comprender lo que significan la vida y la muerte. Mi padre celebraba funerales, bodas, bautizos, daba consejos y preparaba sermones. El demonio era algo conocido, y, en la mente de un niño, había necesidad de personificarlo. Y ahí es donde entró en mi vida la linterna mágica. Consistía en una pequeña caja metálica con una lámpara de carburo y placas coloreadas de cristal, de Caperucita, el lobo y los demás personajes de los cuentos infantiles. Y el lobo era el demonio, sin cuernos, pero con rabo y una espantosa boca roja, un ser extrañamente real pero inalcanzable, una imagen de maldad y una tentación sobre la pared floreada de mi cuarto de niño”.
Estamos en 1928, hace un siglo. El niño Ingmar tiene diez años y recibe como regalo un proyector de juguete (en realidad lo intercambia con su hermano): “Este pequeño instrumento cinematográfico fue decisivo para mí. Era algo extraño. Se trataba simplemente de un juguete mecánico que mostraba siempre a los mismos hombres haciendo las mismas cosas. Con frecuencia me he preguntado qué es lo que maravillaba tanto de él, y por qué el cine me deslumbra exactamente de la misma manera”.
La cuestión es la conciencia del cineasta como alguien que “engaña”, por decirlo peyorativamente, o “ilusiona”, por darle un trazo positivo. “Quién es”, se pregunta Bergman a sí mismo: “Por tanto soy o bien un impostor, o en el caso de que el público esté dispuesto a dejarse engañar, una especie de brujo o sumo sacerdote”.
Bibi Andersson y Liv Ullmann en “Persona”, 1966.Luis Betrán se comunica desde otro mundo. Yo sigo por aquí, confuso, escribiendo, intentando escuchar su voz, que incita a ver el cine de Bergman, un nombre y un cineasta que echa para atrás al público mayoritario. Bergman era el representante del cine de “arte y ensayo”.
Pero es posible llegar a él, quizá, al menos, a una única película. Será el cebo. Como con “El rostro”, la historia de un mago o ilusionista que se ve obligado a enfrentarse a un hombre de la realidad, un hombre que desenmascara a farsantes. Desde el primer momento me sitúo en el papel del mago (Max Von Sydow) en ese duelo vibrante, decisivo.
“El........© El Adelantado
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