Antiguo Cine Marinero
Silencio. Silencio. Página en blanco. Desmoralización. Confusión. Pesadumbre. Pero durante la mañana me voy rehaciendo como boxeador viejo. Hastío y escritura extraviada, perdida. Maraña. Maraña. Voz y arcilla. Rumores. Lío. Nudos. Más maraña. ¿Se escucha algo? Ando errático, pero todavía hay algo de decisión. Silencio. Silencio. Escritura a mano. Tachones. Borrones. ¿Seré capaz de armar algo con sentido?
Espera. Se oye algo. Sí, sí, como una melodía de acordeón, de antaño. Se va. Pero al poco vuelve. Debe estar cerca. Aparecen de repente los acordeonistas por las calles, pidiendo alguna moneda. Afectos. Rehacerme. Cierro los ojos: un barco. Un barco pequeño, una maqueta. Allí puede haber algo. No se ve bien. No me encuentro bien. No se oye bien. Alguien existe. Algo existe.
Sí, acordeón. Nostalgia.
Dos fotografías. Dos fotogramas. El héroe hojea un libro. En el siguiente fotograma levanta la vista. Nos mira. Hay vida. De algún modo abre y cierra los ojos. Es una película muda de dos fotogramas. Parto aquí hacia la aventura, desde esos fotogramas.
Entonces recuerdo. Ya era hora. Estaba ahí cerca, podía abrir mi libro y leer: “Tenía razón Costa Gavras cuando dijo que la gente que pierde su empleo es de algún modo asesinada”. Era mi caso, así de sencillo. Dirán que exagero. Es posible.
Salí de la tumba zombi, cadavérico, incapaz, penoso, deforme. Silencio. Silencio. Ruinas.
Marinero dibujado por Sonia Matas.Mi viejo amigo Rubén me lee. Sí, recuerdo sus palabras: “Tienes que empezar donde lo dejaste”. ¿Dónde lo dejé? Allá donde dice Gavras. Pero había más. Un cine -mis ilusiones- desvanecido. Enfermedad que late. Pero iba a dar pelea. Inventaría un nuevo ilusionismo. Construiría un nuevo cine con arcilla, clavos, tablas y un martillo. Era mi visión. O una alucinación, algo irreal, engañoso. No sé si era yo, o era alguien quien me había encomendado la construcción.
Salto unas líneas más arriba de Gavras: “Cerca del “Spray” de Joshua Slocum está la puerta estantería, los estantes, montones de ellos. Me llama la atención un estante en particular, donde descansa una fotografía de Stevenson. Allí, entre muchos otros, está el libro”.
¡Tras la puerta secreta! ¡El libro! La respuesta ante los cines de otro tiempo. “Habrá nuevos cines”, me dijo Manolo Matji. Sí, sí, a construir nuevos cines. Es esto que escribo. Esto que escribo es un nuevo cine. El cine no sólo son películas.
Construiría el “Antiguo Cine Marinero”. Sí, Manolo Marinero ya es cine, cine en forma escrita. Un gran cine brillante, humilde, lector, escritor.
Yo era el pequeño albañil para todo, para colocar ladrillos, era electricista o carpintero, subordinado para vender chucherías antes de una película, para acomodar, para proyectar cine.
Marinero era el “Siete Mares”, era “Manny Macedo” o era “Mainon Sailor”. Infinitos apodos. La ficción frente al villano omnipotente de la realidad.
Escribo en el Jardín de la Memoria lleno de hierbajos, porque tengo un libro........
© El Adelantado
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