Han pasado varios siglos desde que esta provincia se descolgara del mundo industrial. Tierra de arrieros, nos hemos limitado a transportar nuestros productos agrarios y a recibir a los turistas que vienen a contemplar nuestro Acueducto y, de paso, a comer con fundamento, y poco más. El campo da lo que da; y en la ciudad, el monocultivo del turismo nos ha mostrado recientemente su debilidad durante la pandemia (“al ratón que solo se sabe un agujero, le pilla el gato”); como consecuencia, Segovia se sigue desangrando, y ahora se nos van los mejores.

El ritmo de la vida no para. Inmersos en el siglo XXI, debemos aprender la lección y no cerrar las puertas, una vez más, a un desarrollo industrial razonable, aprovechando nuestra ubicación estratégica y que en........

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