Vegas de Matute transita de agosto a septiembre en fiestas. Aquí, como en todos los pueblos que saben sobrevivir a la intemperie y al olvido, la gente ha levantado su propio calendario, un arsenal de pólvora menor, charangas, procesiones, hinchables y orquestas para que el pueblo se acuerde de sí mismo durante unos días.

El martes 26 de agosto, la piscina municipal abre con niños saltando en hinchables como si no existiera gravedad ni el cole amenazara a la vuellta de la esquina. A las diez de la noche, la Plaza Mayor se convierte en cine al aire libre: “Jumanji: el siguiente nivel”. Que el cine sea de aventuras modernas y no de Garci da igual; lo importante es la reunión, el murmullo de las sillas plegables y el olor a bocadillo envuelto en papel de aluminio.

El miércoles 27, deporte: voleibol de playa y pádel. Que nadie se engañe: bajo la apariencia de torneo veraniego laten los viejos duelos de invierno, rencillas entre peñas y amistades templadas a base de cerveza.

El jueves 28 se madruga por una buena causa. A las nueve, marcha solidaria por Aspace, rematada con un desayuno saludable en el bar Las Vegas, porque hasta la solidaridad necesita café con tostada. Por la tarde, dibujos expuestos como reliquias hasta fin de mes y zumba en la Plaza Mayor. Isabel Martín dirige la clase: el pueblo se sacude las caderas con la misma seriedad con que días después procesionará tras la Virgen.

El viernes 29 suena la rondalla de El Espinar. Ecos de guitarras, bandurrias y la vieja España de........

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