Ayllón celebra la vida en las fiestas de San Miguel
Ayllón, por San Miguel, pregona que la vida sigue en pie y que vale la pena celebrarla. Para que todos se enteren, el 25 a mediodía el repique y los cohetes recordarán al mundo que todavía hay gente que sabe empezar unas fiestas como Dios manda: atronando los oídos. Luego vendrá el concurso de limonadas, que es la versión mesetaria de la alquimia: convertir vino peleón, azúcar y limones en combustible social. A las nueve, el desfile de peñas, la reina, las damas, el pregón… y la orquesta, porque un pueblo sin música es como un toro sin trapío: ni conmueve ni vale.
El 26, torreznos a las once —porque aquí, gracias a Dios, no llega aún la modernidad de la quinoa ni al postureo de la avena con chía—. En Ayllón, la grasa se honra. Campeonato de chita, manejo de tractor y, a la tarde, disfraces y toros. Novillada seria: seis bichos de Julio de la Puerta y Cebada Gago. Casi nada. Lo entenderá quien sepa que estas ganaderías no crían gatitos, sino animales que exigen coraje. Y después, como debe ser, vaquillas. La vida sin riesgo es pura burocracia.
El 27, día de niños. Hinchables, juegos, astronomía —porque en la fiesta hay espacio más allá de las pantallas—. Panceta y tira-soga. España en estado puro: niños saltando, padres mascando panceta y abuelos mirando cómo el mundo sigue igual desde hace siglos. Por la tarde, festival taurino con Finitio de Córdoba, Fernando Robleño, Jarocho y el novillero segoviano Jorge Oliva; de Domecq y desfile con batucada.
........© El Adelantado
