Villa bragas
No suelo ser crítico con eso que algunos llaman sabiduría popular y que tiende a dejarme cada vez más de lado. Entendiendo que la costumbre y la tradición guardan un poso de conocimiento asentado en la repetición de algunas prácticas por el puro éxito aleatorio que encierran, creo firmemente en el modelo científico de conocimiento según empezó a ser planteado por segovianos irrepetibles como Domingo de Soto y celebérrimos postuladores del pensamiento empírico de la talla de Immanuel Kant. Saber porque sí, gracias a la reiteración estulte de un proceder con resultados óptimos para el presente despreocupado de la causa, no conduce más que al inmovilismo cerril, creo yo.
Es por ello por lo que tiendo a expulsar de mi praxis docente e investigadora los lugares comunes a los que la memoria que se construye sobre esa mal llamada sabiduría popular y que, en un lugar tan repleto de espacios para la historia como es este en el que vivo, resulta, hasta cierto punto, desagradable. Pensar que la toponimia original de medio palacio y jardín real ha sucumbido a la negativa popular de aprender idiomas o de adaptarlos semántica y no fonéticamente al acervo cultural, me resulta ya un poco cargante. Sé que imaginarse a la reina Isabel de Farnesio cosiendo el Pabellón Dorado en lugar de a Farinelli cantando entre musas esculpidas por René Frémin y Jean Thierry o a la pobre reina Doña Juana prendiendo fuego al palacio de Valsaín más de un siglo antes de que las cubiertas del edificio ardieran, tiene su aquel para quienes........
© El Adelantado
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