Mi Lugar, mi Matriz: Un dialogo desde lo Rural | Por: Hermann Pargas Meza
Freddy Koffman, en su obra Metamanagement, afirma:
“Presentarse es exponerse. Mostrarse es invitar al otro a conocer los rincones secretos del propio pensamiento. Este pensamiento no siempre es puro, ordenado o brillante; las ideas creativas a menudo resisten el corsé de la lógica. Por eso, cuando abrimos nuestro pensamiento a la mirada del otro, es necesaria una cuota de humildad.”
Quizás esa humildad sea también el punto de partida para entender de dónde venimos y qué nos configura. Porque mostrarse no es solo hablar de uno mismo, sino abrir una ventana al paisaje que nos hizo ser.
En las siguientes líneas, quisiera compartir una reflexión sobre el valor de lo rural y la influencia del lugar en nuestra manera de mirar y habitar el mundo. Hablo desde mi historia, sí, pero también desde la historia de tantos que, como yo, encontraron en su tierra natal la fuente de su identidad.
Crecí en un pequeño pueblo de los Andes venezolanos, en el estado Trujillo: Chejendé. En mi infancia, su nombre —tan peculiar, de raíces cuicas— solía despertar extrañeza, pero en él habitaba la magia de las calles empedradas, el trote de los caballos, el repique de campanas, los cantos de pájaros y esas noches frías envueltas por la niebla que se posaba sobre los corredores.
Era un pueblo detenido en el tiempo, pero en el buen tiempo: el de las costumbres nobles, la prosperidad compartida, la amistad sincera y la solidaridad inquebrantable.
Crecer en ese paisaje fue una escuela temprana de sabiduría. La naturaleza me enseñó conciencia ecológica: caminar los senderos que unían sectores del pueblo, correr entre bucares,........





















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