Laudelino Mejías: signo de inspiración para nuestro tiempo | Por Pedro Frailán
A Laudelino
Alegría de un vals.
Un poema muy sentido cada agosto nos despierta. La ciudad y sus canciones al maestro nos recuerdan.
Laudelino el de los sueños, Laudelino aquel gigante que a Trujillo puso alto, con valor y mucho encanto.
Hay un vals que va tocando la ternura de la gente abrazando de sonrisas cada año para siempre.
Y con luz nació el Maestro y su voz pleno la vida. Hoy Trujillo conmemora a Laudelino Mejías.
José Thomas Torres López
La segunda mitad del siglo XIX, la Providencia Divina nos regaló grandes personajes, que desde sus aldeas y pequeños pueblos, con el tiempo generaron un área de influencia universal. Me estoy refiriendo a 1964, año de nacimiento de José Gregorio Hernández en Isnotú. Más adelante, en Betijoque, Rafael Rangel, en 1877. Luego, en la última década de esta centuria en la ciudad de Trujillo nacieron Laudelino Mejías en 1893, y cuatro años después en 1897, Mario Briceño Iragorry.
Hay que ver cuánto patrimonio local nos dejaron, trascendiendo a lo universal, colocando los valores de la trujillanidad bien cimentados, en la cultura de la venezolanidad como unidad totalizante de lo que somos. Sus obras están ahí, expuestas en la biblioteca del tiempo.
Voy a hacer referencia a algunos rasgos de memoria de Don Laudelino, el mago de “La hora más silenciosa de la noche”. Laudelino nació en Trujillo, en el sector Calle Arriba. Entre la avenida Bolívar, esquina con calle Mariño, justamente un 29 de agosto de 1893, en una ciudad pequeña, pero con una tradición heroica gigante, tanto en la colonia,........
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