La presencia mística del indio Paz Vergara, en La Puerta | Por Oswaldo Manrique
En la más neblinosa calle de La Puerta, donde se mezclaba con el murmullo de la ventisca, llamada antiguamente el “Callejón de los Muertos”, hoy calle Sucre, como el Mariscal, a pocos metros de la Casa Parroquial, vivió un timotense, cuyo nombre apenas recordarán algunos de nuestros más antiguos pobladores: Paz Vergara. Fue el último custodio y difusor de la sabiduría ancestral de esa gran nación indígena. Un ser tan enigmático, contemplativo y a veces tan incomprensible, como la espesura de las verdes montañas. De mirada intensa, de esas que hacen huir a cualquiera, encerraba la cultura de milenios de su gente, así como su cuerpo, contenía su misma escurridiza vida. A mediados del siglo pasado, muy pocos vecinos se atrevían a buscarlo o hacer amistad con él, era discreto, prudente, serio, espiritual, de francas expresiones y respuestas, y los que lo hicieron, quedaron maravillados de sus conversas y más de las veces, enseñanzas.
Cuando su padre, indígena Timoto como él, lo trajo caminando a través de la “Mocotí”, por vez primera a La Puerta, le dijo al llegar al “Portachuelo de La Lagunita”, que estaban en la “Entrada Mística del Valle Encantado de los Bomboyes”, le dijo: Kiu-Ustate (1). Esas palabras, lo marcaron desde niño para toda la vida, y luego de recorrerlo y apreciarlo, se preocupó por conocer de sus iguales Timotes, todo lo referido a los secretos y la historia de este sitio y de sus seres vivientes. Después conocería el Santuario Maen Shombuk (Páramo de las Siete Lagunas).
Dejó saber su amigo Alfonso Araujo, quien fue Prefecto de La Puerta, que Paz había (Conversación con Ángel Araujo. La Puerta. 15 enero de 2023); es posible, que haya sido una de sus grandes aspiraciones, vivir en esta población.
Relató el mismo Araujo, que Paz (Conversación citada); luego funcionó en la avenida Sucre, al lado de la casa del señor Manaú, donde Gil Cómbita tenía una cochinera.
Igualmente lo recuerda el vecino Marcos Terán, quien era un niño en aquellos años, diciendo que Paz era panadero y sacaban . Medio, equivalía a 0,25 céntimos de Bolívar.
Araujo, en la continuación de su relato sobre Paz, recordó que, . Esto fue confirmado por la gentil señora Hilda de Palomares, cuando le preguntamos acerca de este personaje y lo recuerda con bondad, el tiempo no le ha menguado la memoria, ; vecina de la avenida Bolívar con calle 4 de La Puerta; esta apreciada matrona fiel a sus valores cristianos, compasiva, socorre a los seres en conflicto con el dolor, expresión y virtud de alto sentimiento por sus semejantes.
Paz, no requería compañía ni conversaciones........
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