El coronel Sandalio Ruz, brindó y bailó en la fiesta de la Bella, 1907 | Por Oswaldo Manrique
Arreglándose el nudo de su corbatín, al Coronel Sandalio, se le pudo escuchar:
– Qué mañana, muchachos! Parece que hasta el Siete Colores se ha vestido con sus mejores nubes para este día. Bella, ¡estás más bonita que la Quebrada de la Guadalupe en el pueblo!
– ¡Ay, Taita! ¡Qué cosas dice! Con mucho nervios, pero feliz. Le respondió la hija, mientras “Toñita” la madre le acomoda el velo y le dice al oído:
– Y como Dios manda, por el civil y por la iglesia. Juan Pablo uno de los hermanos, le entrega un pequeño ramillete de flores silvestres a Bella.
– Tranquila, hermana. Hoy todo saldrá perfecto. Y usted, Taita ¿ya tiene listo sus palabras para el brindis? El viejo y fatigado Coronel, sonriendo con picardía, responde:
– ¿Palabras Juan Pablo? mis palabras están aquí en el corazón. Y tantico brandy y michito para levantar el ánimo de todos. ¡Pero vámonos, a cumplir con la ley y con Dios!
Anselma una de las hermanas mayores, muy alegre y emocionada:
– ¡Papá, apúrese pues! ¡Ya están listas las bestias! ¡Quiero aguaitar a Bella casándose ya! El Coronel Sandalio Ruz, con cara de orgullo, abrazó a sus hijas Ygnaciana la mayor, Anselma y Guillermina Ruz Carrizo, las damas de honor, y les dijo:
– ¡Vamos, pues! Que la fiesta nos espera. Hoy Sandalio Ruz no solo marcha, ¡sino que baila! Y que se prepare el pueblo, ¡porque esta boda será para recordar!
Lo vieron salir de “La Cañada” más temprano que de costumbre, sin su escolta personal, pero armado, montado en mula, rumbo a La Puerta, para la boda civil y eclesiástica. Esa vez, iba con Carmelo, José del Carmen, Pedro, Juan Pablo y el menor Nicolás Ruz Carrizo, sus hijos, éste último, cerró el falso de entrada. “Toñita” Carrizo salió con el resto de la familia. Bella iba en una yegua mansa, bien aperada en una silla de viaje.
Dejaban “la casa de los túneles» y de blancos tapiales que había construido el Coronel, cuando se enfrentó con su hermano Eulalio, por lo del reprochable despojo de tierras de los indígenas de La Puerta, en 1891.
Fue extraño, porque cuando salía el Coronel a caballo y escoltado, el rumor en la comarca, que se reproducía hasta en los despachos oficiales del mismo Trujillo, era que volvía al vic vac, a la denominada “Revolución de Sandalio”, y en consecuencia, a alguien le iban a pasar factura.
Esa mañana transmontó La Mocotí y el Portachuelo y pasó por La Maraquita, donde se le unió Mitrídates Volcanes, su leal lugarteniente, acompañado del “Mocho” Fidel Rivas y Juan Torres. Era una larga recua que cargaba lentamente a los Ruz Moreno. Evadió recorrer sus patios y potreros de labores. Eran tiempos en los que en asuntos de tierra, los linderos y estantillos eran resueltos con la mirada del Coronel, y los alambres y cercas, eran su machete y revolver. En Los Aposentos iba a darse la celebración.
Muchos años transcurrieron en los que su pensamiento se mudaba a los hechos desastrosos de “El Burrero”, en su Revolución contra la “Gonzalera», cuando estos le saquearon sus tierras. Le tocó con su tropa andar en marchas indetenibles, buscando por los pueblos lejanos a los “fantasmeaos” liberales.
Atrás quedaron los tiempos de campales, cuando para concluir la jornada, y aunque le sacaran las banderas blancas, él y su tropa a la carga, gritaba con el machete en la mano: – ¡Yo no vine a rendir, yo vine a mermar! eran las lapidarias palabras del Coronel, que se cruzaban aéreas en el horizonte infinito de la Sierra de La Culata.
El coronel Sandalio Ruz, uno de los más respetados y temidos caudillos trujillanos, pasó con la comitiva familiar por la hacienda San Isidro, vadearon Comboquito, llegaron a la Plaza de La Puerta; bajó de su caballo, ataviado con su traje dominguero de casimir, corbatín marrón, su sombrero pelo e’ guama negro, polainas de cuero y espuelas, entró acompañado de sus hijos la Bella y el........
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