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VALERA 205 AÑOS | Por: Francisco González Cruz

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16.02.2025

Por: Francisco González Cruz

Los ríos Motatán, Momboy y Escuque, de toponimia indígena, conformaron la meseta de Valera, de toponimia hispana. Tardó la ciudad en nacer, luego de 256 años de haber sido fundada la ciudad de Trujillo, pero desplegó una energía que la llevó en poco tiempo a ser la primera en población y en movimiento económico del estado Trujillo.

Y nació ordenada como las ya fundadas bajo las normas de la Corona Española, aunque la provincia trujillana era autónoma desde el 9 de octubre de 1810 y la República de Venezuela existía desde el 5 de julio de 1811. Comenzó su andadura como ciudad en plena guerra de independencia y cuando en sus alrededores corría la sangre y la ruina de la Guerra a Muerte. Eran tiempos duros esos años, cuando Valera empieza a ser soñada, pero había la voluntad de hacer realidad esas visiones.

Sería por el año de 1803 cuando empezaron los sueños de Gabriel Briceño de la Torre, según diversos cronistas, de promover la creación de una ciudad en estos lugares. La soñó en la encrucijada de caminos que era la confluencia de los tres ríos de los Cuicas y los Timotes, en el centro de la meseta, ordenada siguiendo el plan “hipodámico” que es el plano ortogonal de calles rectilíneas con trazado en manzanas en cuadrícula.

En el centro de la dilatada terraza iría el templo, la plaza – mercado, las edificaciones para el gobierno local y los lotes para que los futuros vecinos levantaran sus casas y sus negocios. Briceño de la Torre sueña con una Valera ordenada mediante el plano ortogonal, el diseño de sus calles en ángulo recto, creando manzanas en cuadrícula o en damero, con sus calles rectas y alineadas. Con plazas cada tantas cuadras.

Cerca de las fuentes de agua, con sus colinas alrededor que la protegen, en el cruce de caminos más importante de estos territorios. Recuerda Doña Hernández Bello de Tejera, según relata el cronista Alberto La Riva Vale, que cuando delineaba sus calles Don Gabriel pronunció la frase, no tan correcta pero premonitoria, ¡Valera, valerá!

Los caminos habían sido recorridos muchas veces, por escuqueyes, timotíes, bomboyes, estiguates, esnujaques, jajoes, monayes y otras familias indígenas, pero a nadie se le había ocurrido establecerse en estas tierras. Igual pasaron por aquí o muy cerca los conquistadores, algunos inmigrantes, exploradores, piratas y corsarios y siguieron de largo. Desde hacía tiempo existían encomiendas y haciendas, pero sus dueños y los peones vivían en Escuque, en Mendoza, en Trujillo o miraban la meseta desde Carvajal.

Se dedica a buscar los terrenos en donación, él mismo dona algunos e incluso da aportes para el templo primigenio. El lugar central de la meseta se llamaba Hacienda Santa Rita y para 1803 era propiedad de Valentina Mexía de Díaz y de Pedro Terán, quienes la habían adquirido de Domingo del Rosario Ojeda en 1780. Al morir Valentina, en 1803, heredan sus hijas Mercedes y Luisa Díaz. Mercedes, viuda de Pedro Terán, promete donar cien varas en cuadro para construir la iglesia, pero muere en 1814 antes de cumplir la promesa, lo que hacen sus herederos en 1818, quienes incrementan las donaciones para, además del templo y el mercado, tener parcelas para vender solares y con esos ingresos contribuir a edificar la iglesia y otras necesidades de la nueva población. Ellos son Reyes Terán, hijo de Mercedes, con dos cuadras y media, más doscientas varas y media de Candelaria Díaz, hija de Luisa, las que dona el propio Gabriel Briceño de la Torre y otros fundadores como Ramón de la Torre, Domingo de la Peña, Antonio Nicolás Briceño, Felipe Carrasquero y la familia Maya.

El Presbítero Dr. Manuel Fajardo y el Dr. Gabriel Briceño de la Torre quedan encargados de planificar la nueva población y disponer de los solares iniciales. Y así de inició formalmente el........

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