Refinería: soberanías, dependenciasy otros demonios
Hay una especie de nebulosa en torno a la principal instalación industrial de Canarias, su presente y su futuro. Lo sé de primera mano. En la calle, en el supermercado, en el colegio… cuando surge la conversación sobre política y lo complicado que es compatibilizar el curro en la fábrica con la labor de concejal de la oposición, me preguntan: ¿Pero tú dónde curras? Siempre respondo lo mismo: en la refinería, como los últimos 20 años —salvo el kit-kat del Congreso, obviamente—.
Las respuestas son prácticamente idénticas sin importar la diversidad de personas y de perfiles con las que uno habla a diario. “Ah, ¿pero eso sigue abierto?”, “¿Pero no la iban a cerrar?”, “¿Qué es lo que hacen ahí?”. Es sorprendente —y a la vez no— que gran parte de la población no sepa qué es lo que ocurre con una industria estratégica para el día a día de las islas.
Como ya sabemos, somos un archipiélago terroríficamente dependiente del exterior y esta dependencia no es algo etéreo, imperceptible, al contrario, se expresa en ámbitos concretos con muchísima claridad, aunque hagamos como si nada. El sector industrial y en particular el energético es uno de ellos.
Hoy mismo, mientras escribo esto, el balance diario publicado por Red Eléctrica, en línea con la estadística mensual y anual, es demoledor. El 80 % de la energía eléctrica que consume el Archipiélago se produce con combustibles fósiles, con derivados del petróleo.
Si hablamos de la movilidad terrestre: coches, guaguas, camiones, etc., la foto es aún más dependiente del oro negro. Más del 95 % del parque móvil de Canarias necesita subproductos del petróleo para funcionar, y la llamada “transición” energética se topa con una realidad, como ya muchos veces se advirtió: la renta disponible en los hogares........





















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