Competitividad más allá de la competencia
Ya en muchas ocasiones he insistido en el uso erróneo de los conceptos y el lenguaje, que tantas confusiones, equivocadas interpretaciones y peores estrategias y políticas, suelen asociarse al concepto de la tan extendida competitividad. La necesidad de añadirle un adjetivo (en solidaridad, económica y social, con rostro humano, por ejemplo) demuestra su mala comprensión y entendimiento del concepto, de su esencia y de la importancia que conlleva.
Ya el propio Instituto de Estrategia y Competitividad de la Universidad de Harvard, en su página web, inicia su apartado sobre “competitividad y desarrollo económico”, preguntándose qué es lo que explica que determinadas regiones o naciones sean más prósperas que otras y qué es lo que facilita que algunas empresas innoven y crezcan, para concluir que la competitividad es la única manera de alcanzar el crecimiento sostenible del empleo de calidad, de la mejora de los salarios y de elevar los estándares de vida de su población, si bien el concepto no está suficientemente entendido. El marco que lo define exige entender el entorno de la actividad económica, los modelos de negocio en el que operan las empresas e industrias, los clúster que lo posibilitan o potencian, los diferentes estadios de desarrollo en el que se encuentra el territorio-espacio-ecosistema requerido, el papel y políticas que desempeñan sus gobiernos, la calidad focalizada y debidamente articuladora de los diferentes jugadores desde entidades facilitadoras, el capital humano e institucional asociado y la estrategia económica país. Sin embargo, la simplificadora confusión entre competitividad y competencia, refuerzan su mal uso que, desgraciadamente, termina extendiéndose a las positivas e imprescindibles estrategias y políticas al servicio del bienestar de las sociedades a lo largo del mundo.
La competitividad supone un verdadero esfuerzo y compromiso colectivo en el que “prácticamente todo lo que hacemos importa” y define el resultado final. Se trata de coopetir (competir y colaborar a la vez), de generar partenariados o alianzas cuya suma diferenciada da lugar a beneficios para todos y una adicional creación de valor al servicio de todos los intervinientes que, además, superan con creces a las partes directamente implicadas, abarcando a todos los jugadores intervinientes e interesados (stakeholders), en procesos de cocreación de valor, o de valor compartido, con un bien superior, imposible de conseguirse por separado.
Clarificar este concepto resulta de especial relevancia en estos momentos en los que, más que nunca, la complejidad de los grandes desafíos a los que se enfrenta la humanidad exige todo tipo de alianzas entre diferentes, que, de manera inevitable, necesita encontrar espacios de convergencia a la búsqueda de múltiples objetivos. Convergencia de intereses y objetivos que, por encima........
© Deia
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