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OPINIÓN: El amor en tiempos de guerra

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15.05.2025

Llegamos a Kíev en julio de 1978, y nos hospedaron, provisionalmente, en un campamento de verano del Konsomol, en las afueras de la ciudad. Es decir, que mis primeros recuerdos de aquel país multinacional (me refiero a la Unión Soviética, en la que cabía una Ucrania socialista), están asociados a ese entorno idílico. Todo era nuevo, o parecía serlo: el olor húmedo del bosque, el color de la tierra, los árboles desconocidos que identificábamos de forma genérica como pinos, a pesar de su variedad, pero que tenían otros nombres, las muchachas ¿ucranianas?, ¿rusas?, que sonreían con indulgencia ante nuestro aún precario dominio del idioma y el indoblegable empeño caribeño en relacionarnos. Era el breve preámbulo de una estancia de cinco años de estudios universitarios en aquella hermosa ciudad, lejos de la Patria y de la familia.

En esos bosques –—lo supe después— se combatió en los duros años de la Gran Guerra Patria. En las calles de la ciudad, durante los días feriados, aparecían hombres y mujeres de edad avanzada con el pecho cubierto de medallas. Eran los veteranos de la guerra, pero nunca pregunté si eran ucranianos, rusos o bielorrusos. Los que provenían de las repúblicas soviéticas de Asia Central se diferenciaban más. Pero Kíev era de todos. En la Gran Guerra Patria, la Patria era el Todo, cada centímetro de tierra soviética, llámese Rusia, Ucrania o Bielorrusia. Cuando un veterano subía a la guagua, el trolebús, el tranvía o el metro, los jóvenes le cedían de inmediato el asiento. En el Frente Ucraniano (este 9 de mayo, vi desfilar una vez más su estandarte en la Plaza Roja), se tejieron leyendas de heroísmo. No por gusto la Ucrania soviética estaba representada en la ONU y su voto valía tanto como el de cualquier estado miembro. Kiev era........

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