Minijungla doméstica
“¿En tu casa hay animales?”, indaga una lectora aspirante a consejería, y casi escupo el café en su cara en una explosión de risa. “¿Vivos o muertos?”, atino a preguntar, y es su turno de mirarme con cara de “¿Qué se trae esa loca?”.
En un ataquito de nostalgia, le cuento cómo Jorge se declaraba protagonista de la serie Cuatro perras y un tanquista (al revés de aquella aventura polaca de nuestra infancia). Y hablaba de Maya y Luna, claro, pero también de mí y su adorada suegra, perrísimas cuando nos da por sacarle los pines para que cumpla alguna función “masculina”, como botar escombros, arreglar una pila o reactivar muebles.
Si hablamos de animales de cuatro patas, tras la partida de Lunita hace dos años y de los gatos más queridos de mi mamá, ahora sólo quedan la pastora y dos felinos que detesto (el macho por gritón y la hembra por Houdini).
Pero eso no quita que la casa se llene a cada rato de otros bichos que vienen a pedir refugio a Santa Pelagia de las Causas perdidas, y allá va ella a trepar azoteas, árboles y tanques, aunque ha prometido mil veces que sí se va a cuidar.
Si........
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