Medios, genealogía y crisis
Hace unos años teníamos un espacio conducido en los medios cubanos por el crítico Rufo Caballero que nos mostraba las claves del consumo consciente de los productos audiovisuales. No solo se contaba con el juicio de determinado videoclip, sino que las personas aprendían que más allá del simple lenguaje visible persisten unos códigos que con su inmanencia manejan las emociones y los significados. De aquella pedagogía queda ya poco en una parrilla de programación que, poco a poco, ha ido perdiendo su protagonismo entre la preferencia de los públicos. Los medios de comunicación, con su lógica tradicional, han sufrido la erosión de otras maneras de entender la vida surgidas de la web colaborativa y las redes sociales. Hoy es imposible hablar de consumo, si no se comprende que este acontece en ese contexto multimedios.
Lo que hace aún más conflictivo el tema reside en la capacidad de las personas para entenderlo. El aparato cognitivo del ser humano está diseñado para un número de interacciones que una vez sobrepasado se saturan y no producen un juicio acabado acerca del fenómeno en cuestión. Las redes, una vez que nos trasmiten un mensaje, ya están al unísono creando otra brecha comunicacional y de esa forma la noria no se detiene, sino que logra una especie de intoxicación de los sentidos. He ahí la virulencia de las redes sociales y el poder que pueden poseer sobre la percepción de la realidad. Sin embargo, la modernidad no se niega y ese es el terreno de coexistencia intelectual en el cual se está definiendo la perentoria cultura del presente.
Este debate no queda determinado solo por la materialidad dela historia y la existencia de una estructura girada hacia la producción de sentido. Hay honduras que........
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