El cauce vacío del central Resulta (+Fotos)
Adentro de la isla había un bosque, adentro del bosque había ríos y aguas en pocetas oscuras que ocultaban los sueños de quienes poblaron esas tierras, adentro de las cuevas se escuchaban los cantos ancestrales y los sonidos de animales que fueron desapareciendo para dar paso a la nada. Poco a poco, el vacío se adentraba en la isla para hacerla yerma, infértil, talando, infligiendo daño en las vetustas arboledas para tornarlas chimeneas y trozos de leña. Al final de los siglos, la nada iba tragándose todo hasta que solo quedaban los ingenios y centrales junto a tierras llanas en las cuales los ciclos de lluvia y de riego se hicieron más espaciados o ausentes. Adentro de la isla había zonas improductivas, llanuras que ya no se labraban y personas que dedicaron su vida al desbroce de montes que pasaron a engrosar las masas desempleadas o puestas de manera ocasional en los sembrados de caña. Adentro de las plantaciones, con el dolor de la historia, se comenzaba a contar la leyenda de un país.
El cultivo de la caña posee raíces en la Polinesia, de ahí pasó a la India, saltando de tierra en tierra, para llenar los campos con su dulzor. Cuando el emperador Darío de Persia conquistó la porción más oriental de su territorio, halló la “miel que se logra sin abejas”. Rápidamente, se extendió la sabiduría hindú por todo lo que estaba bajo el dominio persa y con ello el azúcar ganó fama universal. Los árabes, a su llegada a esos sitios, en el siglo VII, copiaron la técnica para producir el derivado y la llevaron consigo a la península ibérica. Pero hasta las Cruzadas, los europeos no codiciarían ese sabor propio del Lejano Oriente. Fue con los contactos con Tierra Santa que la ambición y la gula los conminaron a añorarlo. En su segundo viaje a América, Cristóbal Colón llevó raíces de la planta, las cuales prendieron bien en esas tierras según dejó claro en un memorándum a los reyes. Esas primeras plantaciones en la isla de La Española fueron el inicio de una actividad industrial que a lo largo de tres siglos dejaría una huella existencial en América: el avance de la nada. El arrasamiento de los bosques y el cambio del estilo de vida hacia la miseria irían aparejados como una maldición paralela a la riqueza de los imperios.
El central Resulta de Sagua la Grande está muerto desde hace décadas. Sus orígenes se hunden en lo más lejano y oscuro del llamado boom azucarero cubano, cuando se extendió la economía de plantaciones y por ende la nada. Durante la primera mitad del siglo XIX, fue un pequeño trapiche a medio camino con el ingenio, cuya rudimentaria fuerza participó en la quema y desbroce de los árboles para convertirlos en leña. Pero la maldición de la nada antecedía a la creación del Resulta. Desde el siglo XVI, los bosques de Sagua, ricos en maderas preciosas, fueron a dar a las puertas, mesas y estanterías del Monasterio de San Lorenzo del Escorial. El inicio del avance de la nada que deforestaría el lugar estuvo marcado por el sueño místico de un monarca que dominó el mundo y cuya ambición era establecer una conexión entre el cielo y la tierra mediante la erección de un palacio que fuera templo y edificio de poder a la vez. Cuando el pequeño ingenio se comenzó a modernizar, a finales de la primera guerra de independencia de Cuba, ya las ricas maderas de Sagua no estaban y el río y las zonas aledañas sufrían un empobrecimiento galopante,........
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