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El experimento neerlandés, o cómo blanquear a la ultraderecha

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03.07.2024

Hubo un momento a finales del pasado mayo en el que la formación del nuevo gobierno neerlandés parecía destinada al fracaso por un motivo inaudito: resultaba imposible dar con un candidato a primer ministro.

Todo lo demás estaba a punto. Después de muchos meses de negociación, cuatro partidos de derechas –el Partido por la Libertad del veterano islamófobo Geert Wilders (PVV), que ganó las elecciones de noviembre de 2023; el Partido Liberal (VVD) de la inmigrante kurdo-turca Dilan Yeşilgöz, sucesora de Mark Rutte; el nuevo Partido de Agricultores Ciudadanos (BBB) de la populista Caroline van der Plas, con su aspecto cuidadosamente descuidado, pitillo y chupa de cuero incluidos; y el nuevísimo Nuevo Contrato Social (NSC) de Pieter Omtzigt, el político más neuróticamente indeciso de las últimas décadas– habían llegado a un acuerdo de coalición que enfatizaba la necesidad de reducir al máximo la inmigración y apoyar a los agricultores ante las restricciones impuestas por la Unión Europea. Ah, y mejorar lo que en holandés se conoce como bestaanszekerheid: literalmente, “seguridad existencial”, un término relativamente vago que ha llegado a denotar, ante todo, la necesidad de minimizar el riesgo de marginación económica y social –o más bien minimizar la sensación de riesgo–. La centralidad del concepto en los debates políticos recientes indica hasta qué punto los holandeses experimentan el momento presente como una época cargada de peligro y precariedad. A pesar de ello, las medidas económicas incluidas en el acuerdo de coalición harán muy poco por la justicia social.

Llegar a ese acuerdo costó lo suyo. Ante la insistencia de Omtzigt, Wilders –que en su programa proponía prohibir el Corán y cerrar el país a buscadores de asilo, entre otras violaciones de derechos básicos– se comprometió a respetar la Constitución y el derecho internacional. A pesar de ello no lograba contener su agresividad hacia sus futuros socios de gobierno en las redes sociales. Wilders estaba molesto porque le chirriaba que los otros tres partidos le hubieran forzado a hacer una concesión, para él, enorme: renunciar a liderar el nuevo gobierno. Ante la presión de sus compañeros de coalición, Wilders prometió mantener su escaño en el parlamento en lugar de postularse al puesto de primer ministro, o siquiera de ministro a secas. Como contrapartida, Wilders, a su vez, exigió a Yeşilgöz, Van der Plas y Omtzigt que hicieran el mismo sacrificio. Todos quedarían como simples parlamentarios.

Para explicar estas carambolas, se dio con la figura del “gobierno extraparlamentario”. Dado que el electorado había dejado de confiar en la capacidad de los políticos para resolver los graves problemas del país, la idea era que el nuevo consejo de ministros contara con una mayoría de personalidades “de fuera” –expertos sin carrera política–, el presidente del Gobierno incluido. Por eso también se decidió que el acuerdo de coalición fuera solo un marco de principios y objetivos. Los detalles de implementación ya los resolvería el nuevo equipo de ministros, en negociación con un parlamento más proactivo e independiente de lo normal. (Omtzigt lleva tiempo abogando por un cambio en la relación entre parlamento y gobierno para “renovar la cultura administrativa” e impedir el trato abusivo de los ciudadanos de parte del Estado).

Así se creó una........

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