“En Israel apenas queda izquierda”
Si la esfera pública estadounidense fuera un barrio urbano, habría que alejarse unas manzanas de las ruidosas avenidas principales –con la pretenciosa mansión del New York Times y los ominosos rascacielos de Rupert Murdoch– para acabar en un oscuro callejón y dar con un bar cuyo letrero despintado reza “La izquierda judía”. A pesar de su aspecto modesto, es un lugar popular entre ciertos intelectuales, que se pasan las horas discutiendo –sobre literatura, comida, religión y política– en una mezcla de inglés, ladino, árabe e yiddish. En las paredes hay retratos de Carlos Marx y Sasha Berkman, dos carteles de la Guerra Civil española, y un antiguo anuncio de la oficina de turismo israelí. En la mesa de lectura común, junto a un ejemplar de la revista de la Brigada Lincoln, yace el último número de Jewish Currents, aunque a algunos de los clientes mayores les cuesta reconocerlo.
Hace seis años, la revista experimentó su mayor cambio en seis décadas. Fundada en 1946 como Jewish Life, en estrecha asociación con el Partido Comunista de USA, la publicación trimestral cambió de nombre después de una ruptura con el Partido, provocada por la invasión soviética de Hungría en 1956. De 1959 a 2018, JC sólo tuvo dos editores, Morris Shappes y Lawrence Bush. Cuando Bush dejó el cargo, estaba claro que la revista necesitaba sangre nueva. Pero cuando llamaron a la escritora Arielle Angel (de 33 años) para ofrecerle formar parte de un nuevo equipo compuesto exclusivamente por millennials, no sabía en qué se metía. Poco después, fue nombrada directora de la revista.
Arielle Angel (1984) se mudó de su Miami natal a Nueva York para ir a la universidad. Después, escribió una novela sobre un chico judío de Florida, traficante de drogas, que encuentra un propósito en la vida al entrar a una secta judía evangelizadora. Angel dedicó seis años al manuscrito, que ninguna editorial quiso publicar. Al final, confesó en un largo ensayo autobiográfico, se dio cuenta de que tenía más en común con su protagonista de lo que pensaba: “Ambos habíamos recorrido un largo camino en la dirección equivocada para emerger años después sin mucho más que unas pocas lecciones sobre devoción”.
El relanzamiento de JC a dos años de la elección de Trump volvió a poner a la revista en el mapa. Bajo la dirección de Angel, el equipo realizó un rediseño radical, se metió en polémicas y aprovechó al máximo tanto el espacio que proporciona el ritmo trimestral del número impreso, que llega a unos 9.000 suscriptores, como la inmediatez de las piezas diarias en la web de la revista, que atrae a más de tres millones de visitantes al año.
Esta intrepidez y proyección le vino de perlas tras el 7 de octubre de 2023, cuyas consecuencias enfrentaron a la izquierda judía norteamericana con un enorme desafío existencial. Desde entonces, la web de JC ha estado dedicada al debate, el análisis y las llamadas a la acción, pero también a la reflexión (incluido un intercambio entre Angel y Lexie Botzum, estudiosa del Torá, sobre cómo la tradición del pensamiento religioso y jurídico judío puede ayudar a dar sentido a la autoinmolación del soldado Aaron Bushnell). El último número impreso presenta una selección de artículos del archivo de la revista, con nuevas introducciones, para “poner en primer plano el contexto a menudo oculto del atentado del 7 de octubre y sus consecuencias”, junto con una selección de artículos recientes publicados en línea. Hablé con Angel a mediados de junio.
Va a cumplir seis años como directora. ¿Ha sido un aprendizaje complicado?
Sí. De los cuatro que nos hicimos cargo de la revista, sólo uno tenía experiencia en medios de comunicación. Los otros tres teníamos algunas competencias en áreas relacionadas, pero en realidad no teníamos ni idea de lo que estábamos haciendo. Cuando yo llegué, Noah Kulwin y Jacob Plitman llevaban varios meses trabajando y ya había algunos contenidos listos para nuestro primer número, así como un diseño provisional. Pero todo necesitaba mucho trabajo.
“De los cuatro que nos hicimos cargo de la revista, sólo uno tenía experiencia en medios de comunicación”
¿Se le dio el espacio necesario para aprender?
Sin duda. La verdad es que nadie nos vigilaba. No formábamos parte de un ecosistema mediático dominante. Lo que la revista había estado haciendo antes era bastante........
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