“Si alguien cogía a un rehén, Harry el Sucio no disparaba. Y era Harry el Sucio”
Que Mauro Entrialgo (Vitoria-Gasteiz, 1965) es un humorista de altura es algo incontestable. Autor de decenas de cómics, ahora nos sorprende con un libro de reflexión sociológica: Malismo, un ensayo donde afronta el reto de poner nombre, por fin, a una lacra que viene encanallando la sociedad contemporánea. Ese nuevo concepto del “malismo” nace por contraposición al “buenismo”, que la RAE despacha, con alto grado de sesgo ideológico “malista”, como “actitud de quien ante los conflictos rebaja su gravedad, cede con benevolencia o actúa con excesiva tolerancia”. Y sin tolerancia alguna ante la maldad cotidiana, la perversidad como herramienta política o la crueldad como proyecto de una vida en común, Mauro Entrialgo ha resumido en su libro cuatro años de estudio riguroso de la actualidad en casi todos sus ámbitos.
¿Cuándo le empezó a llamar la atención el “malismo” circundante? ¿Quizás desde el “sin complejos” de Aznar?
Hay muchos “premalismos” en la comunicación política que ya vaticinaban lo que venía, pero yo creo que lo de Andrea Fabra [la diputada del PP exclamó “¡que se jodan!” cuando Rajoy anunció un recorte de las prestaciones por desempleo en 2012], al ser una burrada de bar dicha en el Congreso, llamó mucho la atención y generó oposición pública, aunque no llegó a nada, lo cual ya olía mal. Y de ahí llegamos a que un equipo de comunicación utilice el “malismo”, que es cuando Begoña Villacís [entonces vicealcaldesa de Madrid] destroza las chabolas y lleva a fotógrafos para poder presumir de ello. De tal forma que hoy en día, si vas al Congreso y cualquier diputado dice “que se jodan” no sale ni en los periódicos, porque la cantidad de barbaridades que se dicen... Imagínate un artículo sobre que “Fulanito ha dicho que se jodan”. Hombre, hoy en día todos han dicho “que se jodan” en algún momento, ¿no?
¿Cuál sería una definición somera del “malismo”?
Tengo muchas definiciones dependiendo de la situación, pero creo que la más breve es el subtítulo del libro: la ostentación del mal como propaganda. Luego se puede explicar más, de hecho, los dos lemas políticos del “malismo” que pillo como ejemplos en el libro, el “que te vote Txapote” y el “me gusta la fruta”, son muy distintos, pero ejemplifican diferentes configuraciones del “malismo”. Por ejemplo, el de “me gusta la fruta” lo encuentra Ayuso de casualidad, mientras que el “que te vote Txapote” está muy pensado. El de Txapote sí que tiene efecto y funciona porque consigue ganar unas elecciones municipales, mientras que el segundo no sirve, porque se encuentran con un problema grave, y es que cuando el “malismo” no está muy bien pensado puede ser contestado con otro “malismo”, como sucedió cuando Óscar Puente dijo: “Pues a mí me gusta la fruta muchísimo”.
¿Hay un “malismo” de izquierdas y un “malismo” de derechas?
Yo creo que el “malismo” es transversal, no es especialmente de izquierdas ni de derechas. Pero sí que es verdad que la ultraderecha contemporánea está intrínsecamente basada en estrategias “malistas”. En el resto del espectro ideológico es más anecdótico, aunque debido a que hay esta moda tan bestial, podemos encontrar casos en todas las ideologías. Pero hay una diferencia. El estilo del “malismo” de la izquierda se produce más en redes, en el entorno virtual y de forma anónima: dicen........
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